“Por España, por nuestros
padres, maridos, hijos, hermanos, a los que una época sin fe en Dios ni en
España lleno de aridez y desaliento, y por nosotras mismas hemos de imponernos
todos los sacrificios para recobrar el ímpetu, la Justicia y la alegría de
España. Por duros que sean los trabajos, valdrá más el precio de alcanzar las
horas de una nueva y eterna España, grande, justa y unida. Arriba España”[1]
(Pilar Primo de Rivera)
INTRODUCCIÓN
Pensé que iba a tener que leer más,
la verdad me asusta la simplicidad con el que este tema ha pasado desapercibido
para la Historia de España. Ahora cuando el feminismo ha aparecido tanto en la
escena política como en la social realmente se puede decir que ha cobrado
cierta importancia.
Para hablar de la educación de la
mujer en la España de Post-Guerra hay que hablar de una política social
paternalista, la cual subyugo a la mujer a una posición sumisa y convirtió
tanto los sentimientos de amor, como los valores de familia, a un ideal de
sacrificio por y para el hombre.
En cuanto al desarrollo de artículo
primeramente haré un breve resumen sobre el movimiento de la época así como la
creación de la Sección Femenina para situar al lector y seguidamente realizaré
un pequeño análisis de las leyes educativas más importantes y su repercusión en
la mujer de la época.
LA SECCIÓN FEMENINA
Para buscar un punto de partida,
desvinculándonos un poco del aspecto político aunque nunca dejándolo del todo
de lado, hablaremos de la creación de la Sección Femenina del SEU. Esta sección
es creada en los límites de la época pre-guerra civil (1933) y será dirigida
por Pilar Primo de Rivera. Este hecho que si bien hoy en día no nos sorprende,
en aquel momento, dada la radicalidad de los movimientos
nacional-sindicalistas, fue algo que ni el mismo Ramiro Ledesma (en ese momento
encarcelado) se esperaba.
Con la incorporación de féminas a
sus filas el movimiento Nacional Revolucionario tuvo que adaptar en parte y
plasmar en papel lo que según ellos sería la mujer ideal de la Nueva España.
Con este fin en 1934 José Antonio Primo de Rivera redacta lo que sería la base
del movimiento falangista femenino -tanto la Sección del SEU como la de Falange
Española era órganos diferentes aunque en un primer momento no se podía
diferenciar claramente-.
Desde 1934 hasta finales de la
guerra civil, podría decirse que aproximadamente hasta terminados los años 30
la Sección Femenina fue uno de los pilares básicos para la supervivencia de la
Falange y del ideario Nacional Sindicalismo, y hasta día de hoy se cuenta con
orgullo como la mujer salvo un movimiento político condenado a la decadencia
bien por falta de fuerza, bien por falta de organización, o bien por cuestiones
de contexto social que se logro revertir a partir de 1936.
En 1940, luego de su completa
reorganización, la Sección Femenina se dedicó casi en exclusivo a lo que sería
el tipo de educación de la mujer durante todo el periodo franquista:
“El objetivo al que recurrían todos los
medios era el de formar a la mujer para que su reclusión en casa resultara
eficaz y provechosa. Capacitarla para infundir valor al marido, disciplina a
los hijos, para los rezos e incluso para practicar gimnasia sueca en el camino
de la cocina al dormitorio”.
“El caso de las mujeres debe ser
diferenciado de las del hombre, la mujer tiene un único fin de cumplir en la
vida”.[2]
Para conseguir estos fines se basaron en dos organizaciones: el
SEM (Servicio Español de Magisterio) y la ATSM (Asesoría
Técnica de la Sección de Maestras), las cuales estaban
ligadas estrechamente al SEU (Sindicato de Estudiantes Universitarios) hasta el
punto de que si una Maestra no había pertenecido al SEU durante su época de
estudiante no se admitía en sus filas. Lo cual demuestra lo puramente
adoctrinario de la educación en aquel momento, ya no sólo por el hecho de la
visión de la mujer que se le inculcaba a ella misma y a la sociedad, sino
porque además esa visión era utilizada en función y a favor de sus
intereses. Por desgracia todo esto se
mantuvo hasta entrados los años 60, cuando el régimen empezó a tener una cierta
apertura y ligeros ápices de modernización tanto a nivel económico, social y
cultural. Sin embargo la consideración del papel de la mujer en la educación
básicamente se mantuvo inalterable a lo largo de casi 30 años.
PRINCIPALES CARACTERÍSTICAS DE LA EDUCACIÓN FEMENINA (1936-1960)
Para hablar de las características
de la educación femenina tenemos que tener en cuenta una serie de cuestiones o
características:
Ÿ
Franco otorgo el Ministerio
de Educación y la elaboración de sus planes de estudio casi al completo a la
Iglesia, las malas lenguas hablan de una recompensa por el apoyo en la “Cruzada
Nacional”.
Ÿ
Lo que no estaba sujeto a la
iglesia quedó en manos de la Falange Española, lo cual se siguió reproduciendo
a lo largo de todos los años de régimen.
Ÿ
Tanto la educación Primaria,
Secundaria y Universitaria fueran consideradas como elementos de
adoctrinamiento en pro del régimen.
Bajo estas premisas brevemente
reseñadas pasaré a describir lo antes referido.
Grave es basar la educación en
prohibiciones, hoy sabemos que pedagógicamente es inviable, parece ser que en
aquel entonces no. Las leyes educacionales se basaron explícitamente en estas
premisas, y teniendo en cuenta la fuerte
la influencia de la iglesia en estos años, una de las primeras leyes que
se dictaminaron fue la de la segregación también conocida como la ley de la
prohibición de la coeducación (Decreto de 23 de septiembre de 1936) y su
justificación la hallamos en la siguiente frase un tanto controvertida que a
los lectores dará que pensar: “Es cierto que con la supresión de esta
inmundicia moral y pedagógica que se llamaba coeducación hemos dado el primer
paso hacia una verdadera formación de la mujer[…]. En primer lugar se impone
una vuelta a la sana tradición que veía en la mujer la hija, la esposa y la
madre, y no la intelectuada pedantesca que intenta en vano igualar al varón en
los dominios de la ciencia”.[3]
Este rechazo a la coeducación permaneció en el
sistema educativo español hasta la Ley General de Educación de 1970, en la que
desaparecería la prohibición de la educación mixta. Esta separación de los
sexos no sólo fue prohibida en las aulas, sino que se extendió a los centros,
que debían ser distintos, uno para cada sexo. Así para las ciudades en las que
sólo hubiera un Instituto, las chicas irían por la mañana y los niños por la
tarde y viceversa.
Otra orden circular fechada en 5 de
mayo de 1938, nos habla de que: “en las escuelas de niñas brillará la
femineidad más rotunda, procurando las maestras, con labores y
enseñanzas apropiadas al hogar, dar carácter a sus escuelas” [4] y con
esto nos queda claro la función pedagógica de una maestra de primaria en cuanto
a la educación de las niñas en sus primeros años de formación, y realmente esto
era la base de todo.
El régimen se dio cuenta de que
para logar un mayor apoyo y una mayor cohesión dentro de él se debía trasladar
el ideario de la época a edades tempranas acostumbrando al género a dichas
imposiciones.
Los resultados se pueden suponer,
la escolarización femenina bajo estrepitosamente tanto en primaria como en
secundaria.
Como segundo punto importante,
además de evidenciar una clara disposición a someter a la mujer a cuatro
paredes, fue la importancia que se le dio en la educación a la natalidad, la
mujer nacía con el fin único de la maternidad. Y en este punto se nota también
una clara influencia religiosa.
En julio de 1945 se aprueba la Ley
de Educación Primaria que es todo un ejemplo de exaltación católica. Esta ley,
junto con el Concordato de 1953 supone la entrega definitiva del sistema
educativo español a la Iglesia Católica quién, a cambio, le da apoyo político,
estabilidad y legitimidad internacional. Nacía oficialmente el Estado
Nacional-católico español.
La Ley de Enseñanza Primaria permanecerá en
vigor hasta 1970. Su división en dos etapas diferenciadas, de 6 a 10 años,
general, y de 10 a 12 años, especial, hace que las mujeres queden todavía más discriminadas
y que realmente a los 10 años abandonen la escuela porque ni piensan continuar
el bachillerato ni integrarse en el mundo laboral.
“En lo que respecta a la
enseñanza secundaria, surte el efecto deseado en una década en la que las
mujeres que podían estar cursando el Bachillerato eran necesarias en sus casas
o trabajando. Prueba de esta eficaz campaña de desprestigio de la secundaria
femenina es que las niñas que recibían este tipo de enseñanza suponían un 36%
del total del alumnado al comenzar la década, y habían disminuido a un 35% en
el curso 1949-50.
Es en el nivel de enseñanza
superior o universitaria en donde se percibe con mayor claridad los efectos de
la ideología sexista predominante en el franquismo. Si ya se consideraba el
Bachillerato como escasamente adecuado para la mente femenina, mucho menos
propio será la formación universitaria y de la teoría se pasó a la práctica
viendo las mujeres prohibido su acceso a las carreras de Judicatura y de
Diplomacia, además de su exclusión de la vida militar y eclesiástica. Por
tanto, quedaban excluidas de los tres órganos del poder social: Justicia,
Ejército e Iglesia”.[5]
Los estudios,
si se afrontaban, tenían que hacerse con cuidado y poner freno antes de que “una desaforada pasión por el estudio
comience a restar a su feminidad magníficos encantos…” perjudicando sus
posibilidades de conseguir marido ya que al hombre “nos asusta tanto para mujer propia... la mujer que calla sin
atreverse a formular controversia como aquella otra que sabe tanto como
nosotros y no nos mira con admiración cuando le explicamos un tema de mecánica
o geopolítica. Y, puestos a elegir, preferimos a aquella callada y silenciosa,
que nos considera maestros de su vida y acepta el consejo y la lección con la
humildad de quién se sabe inferior en talento”.[6]
Talento del que
se suponía que las mujeres no estaban muy bien dotadas “Las mujeres nunca descubren nada: les falta desde luego el talento
creador, reservado por Dios para inteligencias varoniles”.[7]
La perdida de
la feminidad por los estudios no era el único peligro, sino que se exponían
según Millo (Inspector de enseñanza primaria y autor del libro (“Educación y
revolución”) hasta físicamente ya que “entregadas a la memorización de volúmenes
indigestos y a menudo incomprensibles; obligadas a un trabajo mental para ellas
excesivo, que roba riego sanguíneo a regiones orgánicas fundamentales para su
porvenir de mujeres...ni están preparadas para llenar su misión de madres y de
amas de casa, ni pueden contender para alcanzar los puestos de la cultura y la
administración”.[8]
Hasta 1970, a pesar de que en los
60 se intento cambiar un poco la situación, con la entrada de la nueva Ley de
Educación de 1970, tanto la educación primaria, secundaria y ya no digamos
Universitaria fue un lujo que pocas mujeres pudieron permitirse.
Se establecía
además una clara diferencia entre las asignaturas
según el género y una aceptación de la sumisión propuesta dieron como resultado
que durante casi cuarenta años la educación para la mujer fuera prácticamente
inexistente y la misma mujer un fantasma que pasó sin pena ni gloria por la
España más “española”.
En definitiva, el régimen comprendió que la
mujer era y es la gran reproductora de la ideología en la esfera de lo privado,
en la moral, en las costumbres por
lo que para poder conseguir su objetivo de implantar unos nuevos valores en el
nuevo estado pretendió crear una nueva forma de ser española.
La mujer española tenía que ser diferente, debía mantener
las tradiciones nacionales, y como eje central de la vida en el hogar y de la
socialización de los hijos, reproducir los valores del nuevo Estado.
Para relegar a la mujer al mundo
privado se utilizó la educación, y una de sus primeras medidas fue, como ya
hemos dicho, la prohibición de la coeducación. A las niñas, se les permitía
acceder a la educación, pero bajo parámetros y modelos diferentes. Se decía,
por lo general, el niño a estudiar y la niña a coser.
Era exclusivo de las mujeres el dominio de las tres
ciencias: culinarias, confección y costura y economía doméstica. Eso fue una de
las mayores causas de analfabetismo, por la dificultad de recibir una educación
igualitaria, además de una menor escolarización.
El franquismo
asignó a la mujer un papel prácticamente acotado al mundo privado del hogar y
la familia y se orientó toda su educación a la dependencia y al apoyo al varón.
Su misión era ayudarle para que destacase en la vida pública, haciéndose cargo
de la dirección del hogar. Por tanto su educación debía estar orientada a las
funciones domésticas que le serían de utilidad durante su matrimonio, y en su
defecto hacia profesiones consideradas netamente femeninas como la de enfermera
o maestra.
CONCLUSIONES
La mujer fue, quizás la víctima que
a largo plazo mayores penurias ha podido sufrir, la prueba está en que dos
generaciones de féminas españolas se criaron en un ambiente hostil a todo lo
que no fueran cuatro paredes, una cama, un rosario y muchos hijos para cuidar y
alimentar.
Si nos preguntamos cómo fueron
capaces las mismas mujeres de vetarse de esa manera, deberíamos intentar
entender el contexto que rodeo el movimiento nacional de 1936, la importancia
de la iglesia en la sociedad y un cúmulo de cuestiones que quizás aún así no le
darían justificación alguna. Me plantee no rozar lo político en este trabajo,
pero es sencillamente imposible, la postura insana de ciertos grupos trajo
consigo la esclavitud, el menosprecio y la cosificación de sentimientos y
valores de todo un género. Si hablamos de la mujer en el franquismo por
vergüenza muchas veces, por ignorancia muchas otras, sólo se podrán escuchar
murmullos en voz muy baja, si hablamos de la educación de la mujer durante esos
años aún quedan restos de ella en nuestros familiares más cercanos. Si somos de los empíricos que exigen pruebas
podemos ir a las bibliotecas a recoger datos sobre la escolarización femenina.
Los maestros/as grandes personas
que tantos sacrificios han hecho por nosotros desde que entramos en el colegio
hasta que salimos de la universidad, hemos hablado tanto de las alumnas... pero
y ¿qué pasa con las maestras? no me quiero imaginar su pesar a la hora de tener
que seguir un riguroso temario misógino, tener que afiliarse a partidos,
secciones y sindicatos, escuchar cómo le imponen su manera de pensar y dar
clases porque es lo, hispanamente, católicamente, correcto.
Hay tantas frases que pueden describir
esas ideas, pero la más sencilla y quizás la más representativa es:
“El niño mira el futuro, la niña mira el hogar”.[9]
BIBLIOGRAFÍA
-
Gallego
Méndez Mª T: Mujer, Falange Y Franquismo. Ed. Taurus. Madrid, 1983.
-
Martín
Gaite, C. “Usos amorosos de la postguerra española”. E. Anagrama. Barcelona,
1990.
-
Sueiro,
D. Y Díaz Nosty, B: “Historia del franquismo. Vol.1.” Ed. Sarpe, Madrid, 1986.
- Molero
Pintado. A: “Historia de la educación en España. T. 4, La educación durante la
Segunda República y la Guerra Civil (1931-1939)”. Ministerio de Educación y
Ciencia, Secretaría General Técnica. Madrid. 1991.
- Mayordomo
Pérez. A: “Historia de la educación en España: textos y documentos. T. 5, Nacional-Catolicismo
y Educación en la España de posguerra. Vol. 2.“ Ministerio de Educación y
Ciencia, Secretaría General Técnica, Servicio de Publicaciones, Madrid. 1990.
WEB-GRAFÍA
[1] Arraras: “Historia de la cruzada, vol. II” p. 78
citado por Gallego Méndez Mª T: Mujer, Falange Y Franquismo. Ed. Taurus.
Madrid, 1983, p. 26.
[3] A. Maillo, CIT EN J. de D. García, op. cit., p.
65: Orden Circular sobre Educación de las niñas, de 5 de mayo de l938 citado
por Gallego Méndez Mª T: Mujer, Falange Y Franquismo. Ed. Taurus. Madrid, 1983,
p. 155.
[4] Sección Femenina, Economía Doméstica, para
Bachillerato, Comercio y Magisterio, 1968 citado por Gallego Méndez Mª T:
Mujer, Falange Y Franquismo. Ed. Taurus. Madrid, 1983.
[6] Juanes, J. “Medina”
9-5-1943. Citado por Martín Gaite, C. “Usos amorosos de la postguerra
española”. E. Anagrama. Barcelona, 1990. p. 68.
[7] Primer Consejo del Servicio Español de Magisterio.
Afrodisio Aguado, Madrid, febrero 1943, p. 72. Citado por Martín Gaite, C.
“Usos amorosos de la postguerra española”. E. Anagrama. Barcelona, 1990. p. 68
[8] Citado por Sueiro, D. Y Díaz Nosty, B: “Historia del
franquismo”. Vol.1. Ed. Sarpe, Madrid, 1986. p.304.
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